David Sarmiento, un “regalo” que sus padres no esperaban

Es la primera vez que Nardo y Patricia salen del país para acompañar a David en una competencia internacional.

Buenos Aires (Argentina).- Los esposos Nardo Sarmiento y Patricia Moscoso habían decidido quedarse con dos hijos. Nicole y Leonardo iban a ser sus única descendencia, pero la vida les tenía preparada una sorpresa. Cuando pensaban que la familia estaba completa, David llegó al mundo como “un regalo de Dios”, según cuenta Patricia, su madre. Su concepción no fue planificada.

Ambos estuvieron ayer alentando a su hijo en las gradas de la pista de patinaje, del Paseo de la Costa, ubicada a la orilla del Río de La Plata. Viajaron desde Cuenca con dos banderas ecuatorianas para alentar a su hijo en su primera experiencia olímpica en los Juegos de la Juventud Buenos Aires 2018, donde además fue abanderado de la delegación ecuatoriana. La designación del deportista azuayo se dio con base en el análisis de resultados de los Departamentos Técnicos Metodológicos del Comité Olímpicos Ecuatoriano (COE) y de la Secretaría del Deporte.

Su lema de vida es “si lo puedes soñar, lo puedes lograr”. Son justamente esas palabras la que impulsan su amor por el patinaje.

Es la primera vez que Nardo y Patricia salen del país para acompañar a David en una competencia internacional. Lo han alentado en torneos nacionales, pero esta vez hicieron un esfuerzo económico para costear sus pasajes y estadía en Buenos Aires. Y la decisión de viajar valió la pena. David terminó octavo en su serie de los 1000 metros sprint masculino, y en la prueba de los 5000 metros David obtuvo el sexto puesto.

David se acercó al patinaje gracias a sus hermana Nicole, que practica patinaje artístico, y a su hermano Leonado, que hace hockey. La familia vive a pocos metros del patinódromo de Totoracocha, en la capital azuaya. Eso facilitó su incursión en esta disciplina que en poco tiempo se convirtió en su máxima pasión.

Sarmiento empezó a patinar cuando tenía 5 años y hasta ahora se ha roto dos veces la clavícula: cuando tenía 8 y 11 años. En su parte de lesiones también consta una rotura de muñeca, justo una semana antes de competir en unos Juegos Nacionales. En algún momento sus padres le recomendaron cambiarse al ajedrez, por miedo a que sufriera algún accidente más grave. “Él sabe levantarse cuando se cae y tiene adversidades. Nosotros estamos felices de verlo cumplir su sueño. Solo nos interesa verlo feliz con lo que hace. Nunca dejaremos de apoyarlo y respaldarlo”, afirma su madre, quien ayer no pudo contener las lágrimas mientras relataba la historia de David, a quien define como una persona fuerte, sensible y noble a la vez.

Con 18 años, el patinador cuencano vive su mejor momento. El campeonato mundial juvenil obtenido este año en Holanda se constituye en el resultado más importante de su carrera deportiva. En algún momento quiso jugar fútbol, pero el patinaje tuvo más peso en su vida.

Sus entrenamientos los combina con sus estudios de Administración de Empresas en la Universidad del Azuay.

En sus inicios, por baja estatura,  lo llamaban “Centavito”, sobrenombre por el que lo llaman hasta ahora, aunque en la actualidad mide cerca de 1,90 metros. “Ya me conocen así y me he hecho al dolor”, contó el patinador aún agitado después de correr las semifinales en los Juegos Olímpicos de la Juventud.

Su lema de vida es “si lo puedes soñar, lo puedes lograr”. Son justamente esas palabras la que impulsan su amor por el patinaje. Su sueño es clasificar a unos Juegos Olímpicos de mayores y por qué no regalarle una nueva medalla de oro mundial al país. Para lograrlo, cuenta con el apoyo de su familia y sus hermanos. David no está solo.